Habiendo nacido hace muchos años
.......................... en la ciudad marrón
................................. a orillas del ancho río
partí una mañana de viaje
llevando conmigo sólo un morral ligero
y mi entusiasmo juvenil.
Con ellos recorrí muchos países
vi bosques y praderas
.......................... montañas y hondonadas
desiertos y mares.
De cada paso que di conservo memoria
y en cada paso dejé un recuerdo mío
porque al avanzar algo de mi piel quedó en los caminos
y algo de los caminos se posó sobre mi piel.
Con los años aprendí las distintas
maneras de avanzar:
..........................silenciosa y sigilosamente,
como las serpientes
..........................dejando tras de mí un rastro blando,
como las babosas
..........................ofreciendo al enemigo una espalda dura
..........................y escondiendo las tenazas al frente,
como los cangrejos
y hasta llegué
................ —¡yo, la errante!—
a practicar la inmovilidad de los lagartos como paso de marcha.
No en vano vagué por desiertos
en círculos anillados y entrelazados como
las palabras de un epitafio.
En mi ancho vagabundear vi gentes de toda clase y color
y aprendí a reconocer al acercarme a ellos
en unos por las ropas
en otros por las señas
en aquellos por sus músculos o sus miradas
el tipo de intercambio que podíamos
............................................. juntos
protagonizar.
Hoy me detengo
.................... junto al camino
y me quedo quieta
no inmóvil
como quieto y móvil es lo que crece.
Escucho los sonidos de lo vivo,
de lo que existe y ocurre:
el murmullo de la savia navegando por dentro de las hojas
el susurro de la brisa
zumbidos y cantos
y mi propio sonido
(un rumor lejano
como de tormenta o maremoto que se acerca)
creciendo
como crece lo vivo.
Lombrices
Hace 9 años
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